domingo, 13 de mayo de 2018

Bruce Lee

He might have been a sex-fiend
or a saint.
But whatever he was,
he was condemned
(Ch. Bukowski)

"te dejamos en buenas manos", le espeta socarrón uno de los dos paramédicos cuando echan el freno a la silla de ruedas y se dirigen al mostrador de la sala de urgencias. me sorprende el tono de la frase, aunque no más que la aparatosa protuberancia que corona la frente del ingresado, rematada con un corte asombrosamente superficial. cinco minutos más tarde una enfermera y un auxiliar vienen a por él, y yo vuelvo a sumirme en mi lectura y cavilaciones, a la espera de alguna novedad acerca de mi madre.

una vez reapareces, ya vendado, te colocan a mi lado. tu tez cetrina de pómulos pétreos y nariz torcida, la indumentaria desgastada o la imposibilidad de establecer tu edad me dan la medida de tu supervivencia centaura. noto de reojo tu mirada citándome. chasqueas la lengua, me tiras de la manga y, tal como me vuelvo hacia ti, me cercas sin más con un enardecido potaje verborreico del que a duras penas consigo desovillar tres palabras ("romani", "moros", "pelea") y una onomatopeya ("bum-bum"). unos cuantos "bum-bum" más adelante, un vertiginoso crochet de derecha restalla sobre la palma de tu mano izquierda. después señalas hacia mi pecho ("briuli, briuli") y, en una especie de movimiento de kung fu, tus dedos se disparan como si fueran a arrancarme el corazón. te ufanas de la ocurrencia, mientras me interrogo para mis adentros por el instante en que, si no Bruce Lee, la existencia, te hurtara el tuyo.

un repunte en el trasiego de sanitarios y pacientes corta de cuajo la dislocada conversación. (no hay mensajes en el móvil. en un box, una anciana se desgañita inútilmente pidiendo una cuña.) vuelvo a sentir tu mano sobre el hombro. "dormir aquí noche, ¿saber tú?" encojo los hombros por toda contestación y el fuego de tu mirada se apaga frágil y taciturno. luego me percato de que la sangre asoma de nuevo en tu frente y me levanto para advertir de ello a los del mostrador. vuelve la enfermera y te refuerza el vendaje. tampoco ella tiene respuesta a tu pregunta, aunque columbras por su rictus que te aguardan las fauces de otra noche de invierno interminable.

cuando te vienen a buscar para darte el alta, surge una armónica del bolsillo de tu chaqueta. te atusas el cabello y adoptas un aire regio. la alzas sobre tu cabeza y la vas girando hasta encontrar tu imagen en ella. emites un gruñido satisfecho y te la llevas a los labios. son solo siete notas, pero todo el universo alrededor del mostrador detiene su movimiento ante ellas.

aflora con orgullo tu corazón, oculto entre las celdas del diminuto instrumento.

2 comentarios:

  1. En compañía de alguien así, ¿quién necesita un libro? Si acaso, dan ganas de meterle a él en uno.

    Bonita historia, bonito perfil.

    Saludo cordial

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    1. Totalmente de acuerdo. Aquel hombre reunía en sí muchos de los trazos (por ejemplo, el amor propio y la desdicha) con que han sido caracterizados muchos de los grandes personajes de la historia de la literatura. Un cordial saludo.

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