viernes, 18 de julio de 2014

"El último poema", por Manuel Fernández Casanova (homenaje a José Ángel Valente)

En este día en el que se cumplen 14 años de la desaparición del poeta José Ángel Valente, nos ha parecido interesante ofreceros el artículo "El último poema", a cargo del crítico literario Manuel Fernández Casanova, previamente aparecido en el libro Presencia de José Ángel Valente, publicado en 2010 por la Universidade de Santiago de Compostela. El origen del volumen, tal como indica su editor, Andrés Sánchez Robayna, está en una velada homenaje al poeta celebrada el 4 de diciembre de 2009 en Madrid, en la que los siete especialistas invitados comentaron un poema del escritor ourensano previamente escogido por cada uno de ellos. De entre las diversas contribuciones, todas de notable interés, hemos seleccionado la presente por tratarse del análisis, efectivamente, del último poema surgido de la pluma de Valente, "(Anónimo: versión)", por otra parte, uno de nuestros preferidos. Sirva así esta nueva edición de nuestra sección "Plumas ajenas" como sentido homenaje de 20añosnoesnada a José Ángel Valente, en este día de conmemoración de la falta del hombre, que no del cantor ni de su canto, inextinguibles, imperecederos.

S'incomincia per cantare
E si canta per finire
("Uno", ProverbiG. Ungaretti)

El poema escogido para el comentario es «Anónimo: versión», composición que cierra el último libro de José Ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro. Dice así:

Cima del canto.
El ruiseñor y tú
ya sois lo mismo.

Vaya por delante que las palabras que siguen no pretenden ser una interpretación, indefectiblemente baldía, de lo que de por sí se caracteriza por su inefabilidad y su inagotabilidad. Sólo quieren ser el relato de mi propia «aventura personal» en el enigma de esta escritura. Por otra parte, todavía hoy me veo incapaz de justificar los motivos que me llevaron a elegir este poema. Sólo diré que, desde un inicio, mi pensamiento fue guiado hacia él; y que a lo largo del camino fue surgiendo la vaga pero terca intuición de que en los surcos de tan escueta composición, en apariencia modesta estación final de trayecto, se entrañaban algunas de las reflexiones cardinales en la obra de Valente. No en vano, ahora sé que «Anónimo: versión» concentra en su interior (a pesar de su aparente sencillez, o precisamente en virtud de ella) toda la potencia seminal inherente a la escritura valentiana, caracterizada por la búsqueda de una palabra acorde con el ideal del logos spermatikos, es decir, una palabra preñada de sentidos y en estado de perpetua creación.

Antes de adentrarnos en la espesura del texto, tal vez convendría examinar sus alrededores: su título, la forma estrófica escogida y el libro en el que se inserta.

Anónimo y versión: no puedo saber la veracidad de ambos datos. Pero, ¿cambiaría algo saberlos verídicos o falseados? ¿No sería (fuera cual fuera el resultado de nuestra pesquisa) una muestra más de aquello que Sánchez Robayna apuntó en cierta ocasión (al respecto de la inserción de Valente de versiones de textos ajenos en sus libros) como maniobra de invisibilidad autorial y reinscripción en lo anónimo? O dicho en otras palabras, ¿una plasmación más del sempiterno deseo del poeta de alcanzar una escritura incondicionada, libre?

La estrofa escogida: el haiku, espacio ideal para la aparición de la forma fulgurante, de la palabra que late entre el silencio y la locuacidad. Afín a la iluminación del satori (en tanto que, como éste, parte de lo simple para alcanzar lo inefable, trascendente e intemporal), forma de la indeterminación en la que lo sugerido importa tanto como el vacío esencial que queda al margen, la esencia del haiku es su sobriedad ética y estética basada en el rechazo de todo exceso sentimental y retórico.

Fragmentos de un libro futuro: poemario de la aniquilación del yo, pero sobre todo del anhelo de disolución en la nada. La nostalgia de ésta atraviesa este cuaderno de bitácora del humano tránsito del tiempo hacia la eternidad. Una nada esbozada en su doble faz de radical alteridad, pero también de auténtica naturaleza del ser (no en vano, «todas las cosas para llegar a ser se miran / en el vacío espejo de su nada», leemos en el poema «Espacio»). De ahí que, en el transcurso de sus versos, el yo no oponga resistencia, se deje vaciar por el tiempo y adquiera una progresiva transparencia, requisito indispensable para la manifestación del logos.


Ya en el interior del poema, se impone indagar en los tres ejes sobre los que se construye: el tú, el ruiseñor y el canto. Tal vez la más señalada reflexión de toda la obra de Valente sea la que atañe al problema de la identidad. La proverbial incomodidad del poeta ante la instancia del sujeto halló un cauce en la formulación de una subjetividad alternativa nacida del encuentro con una alteridad poblada por el yo que es otro, la colectividad, el deseo del deseo del otro, la muerte, el lenguaje o la nada. Presencias reales que otorgaron una identidad auténtica a la gran patraña del yo y que finalmente convergen en el tú especular de «Anónimo: versión».

Tú, además, asociado a la figura del ruiseñor, a través de una forma verbal copulativa, «sois», forma «vacía» de significado (y, por lo tanto, abierta a todos ellos), que subraya la naturaleza nominal intrínseca del haiku. Este recurso al ruiseñor (pájaro, además, con cierta fortuna en esta forma poética) parece remitir al notable papel que la evocación de las aves tiene en el corpus valentiano, en el que el vuelo del ave es frecuentemente equiparado al de la palabra poética, así como la lengua de los pájaros lo es a la de los poetas. Lenguas ambas de la revelación y de la expresión de lo sagrado, de naturaleza psicopompa, y por lo tanto, posibilitadoras de la «comunicación con los estados superiores del ser», como leemos en el artículo «La lengua de los pájaros».

Pero, además, no deberíamos relegar las siguientes palabras incluidas en el ensayo «En lo más sutil del aire»: «El canto de un ruiseñor, en la Cántiga CIII de Alfonso el Sabio [...] suspende el tiempo y se abre a la eternidad». Suspensión del tiempo y apertura a la eternidad, a su vacío, a su nada. Propiedades del canto de las aves, pero también de la palabra. ¿O acaso el canto del poeta no suspende también el tiempo y se abre a la eternidad? Canto sospeso enunciado por un cantor ausente. «Oímos la palabra y volvemos el rostro para ver quién la ha dicho y ya no está» («Del don de ligereza»). Desvanecido el cantor, finalmente vaciado, borrado por el desmoronamiento del tiempo, sólo queda su canto sospeso, la cima del canto, el instante en que dicho cantor, en virtud de su pura transparencia, resulta ya indistinguible de su arte: «Deja huir tus palabras, / libéralas de ti», recrea Valente en otro momento («Arco de triunfo») de su último poemario. Palabras surgidas de una huella, un rastro, que, por un proceso metonímico, son ahora presencia, permanencia. Canto de la postumidad que es origen, sola posibilidad de perpetuación de una memoria finalmente liberada del individuo.

(Fernández Casanova, Manuel: “El último poema”, en Presencia de José Ángel Valente, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2010)

4 comentarios:

  1. Permítame indicarle, Nadie, que esta entrada es, con diferencia, la colaboración más sobresaliente de todas las que han sido invitadas a su sección "Plumas ajenas". Y quizá sea, incluso, la mejor entrada de su blog.

    Lo lamento, porque al fin y al cabo no es una entrada suya, sino de un "artista invitado". Pero en esta ocasión escogiendo escrito y firma se ha lucido usted, Nadie. Me saco el sombrero ante el texto, ante su autor -el crítico Manuel Fernández Casanova-, y ante el poeta objeto de su estudio, José Ángel Valente. Todos ellos de una excelencia fuera de discusión.

    Gracias por su elección, Nadie. Que no sea el último escrito que decida publicar del señor Fernández Casanova. Ni tampoco el último poema de Valente con el que decida obsequiarnos.

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    1. Recojo sus propuestas y gracias una vez más por sus comentarios. La verdad es que todos los textos del libro mencionado, "Presencia de José Ángel Valente" (en el que se incluyen no sólo las siete aportaciones de la velada homenaje, sino algunas más añadidas ex profeso para la publicación del volumen), son extraordinarios, pero es cierto que este nos sedujo desde sus primeras líneas, por los motivos ya mencionados.

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  2. Por que el autor se identifica con un ruiseñor?

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    1. Creo que queda explicado en el texto, o al menos a través de las tres pruebas aportadas por su autor: pájaro habitual en este tipo de composición (Basho, entre otros; Borges en nuestra tradición); papel de las aves en la poética de Valente; y mención a esa cantiga de Alfonso X, aparecida en uno de sus artículos. Por otra parte, quizá no estaría de más recordar la "Oda a un ruiseñor" de Keats, donde el canto y el vuelo de esta ave eterna se plantean como sublimación del dolor humano. Aunque, obviamente, todas estas hipótesis no dejan de ser meras conjeturas, que solo el escritor orensano hubiera podido corroborar. Un cordial saludo.

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